PROFRA SANDRA OMAÑA
LENGUA MATERNA SEGUNDO GRADO
RETOS COGNITIVOS
La
migala” de Juan José Arreola
El día en que Beatriz y yo entramos en aquella
barraca inmunda de la feria callejera, me di cuenta de que la repulsiva alimaña
era lo más atroz que podía depararme el destino. Peor que el desprecio y la conmiseración
brillando de pronto en una clara mirada.
Unos días más tarde volví para comprar la migala, y
el sorprendido saltimbanqui me dio algunos informes acerca de sus costumbres y
su alimentación extraña. Entonces comprendí que tenía en las manos, de una vez
por todas, la amenaza total, la máxima dosis de terror que mi espíritu podía
soportar. Recuerdo mi paso tembloroso, vacilante, cuando de regreso a la casa
sentía el peso leve y denso de la araña, ese peso del cual podía descontar, con
seguridad, el de la caja de madera en que la llevaba, como si fueran dos pesos
totalmente diferentes: el de la madera inocente y el del impuro y ponzoñoso
animal que tiraba de mí como un lastre definitivo. Dentro de aquella caja iba
el infierno personal que instalaría en mi casa para destruir, para anular al
otro, el descomunal infierno de los hombres.
La noche memorable en que solté a la migala en mi
departamento y la vi correr como un cangrejo y ocultarse bajo un mueble, ha
sido el principio de una vida indescriptible. Desde entonces, cada uno de los
instantes de que dispongo ha sido recorrido por los pasos de la araña, que
llena la casa con su presencia invisible.
Todas las noches tiemblo en espera de la picadura
mortal. Muchas veces despierto con el cuerpo helado, tenso, inmóvil, porque el
sueño ha creado para mí, con precisión, el paso cosquilleante de la araña sobre
mi piel, su peso indefinible, su consistencia de entraña. Sin embargo, siempre
amanece. Estoy vivo y mi alma inútilmente se apresta y se perfecciona.
Hay días en que pienso que la migala ha
desaparecido, que se ha extraviado o que ha muerto. Pero no hago nada para
comprobarlo. Dejo siempre que el azar me vuelva a poner frente a ella, al salir
del baño, o mientras me desvisto para echarme en la cama. A veces el silencio
de la noche me trae el eco de sus pasos, que he aprendido a oír, aunque sé que
son imperceptibles.
Muchos días encuentro intacto el alimento que he
dejado la víspera. Cuando desaparece, no sé si lo ha devorado la migala o algún
otro inocente huésped de la casa. He llegado a pensar también que acaso estoy
siendo víctima de una superchería y que me hallo a merced de una falsa migala.
Tal vez el saltimbanqui me ha engañado, haciéndome pagar un alto precio por un
inofensivo y repugnante escarabajo.
Pero en realidad esto no tiene importancia, porque
yo he consagrado a la migala con la certeza de mi muerte aplazada. En las horas
más agudas del insomnio, cuando me pierdo en conjeturas y nada me tranquiliza,
suele visitarme la migala. Se pasea embrolladamente por el cuarto y trata de
subir con torpeza las paredes. Se detiene, levanta su cabeza y mueve los
palpos. Parece husmear, agitada, un invisible compañero.
Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por
el pequeño monstruo, recuerdo que en otro tiempo yo soñaba en Beatriz y en su
compañía imposible.
Juan José Arreola
DIBUJA UNA MIGALA
RETO CONGNITIVO DOS:
¿ CUÁL ES EL PLAN DEL PERSONAJE ? en otras palabras ¿QUÉ PROPÓSITO TIENE EL PERSONAJE?
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